Choques de realidad
Choques de realidad
“Señorita: sólo hágalo”
Esas fueron las palabras de mi maestro de manejo
cuando aprendí a manejar. En su momento no me hicieron sentido, me hicieron
enojar y sentir muy frustrada. Él me
explicaba que yo pienso y pienso, y en sus palabras “le quiero poner
creatividad a todo”.
Unos años después y de mayor práctica al volante (y
algunos choques) me he dado cuenta que estas palabras aplican en otras áreas de
mi vida... y que hasta cierto punto, ese hombre tenía razón.
…A veces pensamos y pensamos, le damos vueltas y
vueltas a las cosas, que nada más nos sentimos más indecisos y no acabamos
haciendo nada. Al volante, tenemos que ser rápidos, precisos y eficaces,
respondiendo, casi casi, de manera automática, confiando en nuestras respuestas
instintivas... pero aún así, con cuidado, responsabilidad y siempre pensando.
En fin, mis “choques” recientes me han hecho pensar en cómo “sólo hacerlo” sin
cabeza puede ser contraproducente. Mi conclusión es encontrar un balance.
Propongo
que sí, tenemos que actuar más y pensar menos. Lo mismo pasa cuando hablamos y
hablamos sin hacer nada. Hagamos las cosas con consciencia e intencionalidad,
pero no perdamos la espontaneidad, naturalidad y gran responsabilidad que
implica conducir un coche (y nuestra propia vida).
Los choques no necesariamente son con el
coche. Pueden ser con otra persona, con una situación o con uno mismo… en
realidad, muy seguido “chocamos”.
Así
que algunas lecciones de esos “choques” de realidad son:
1. Tarde o temprano, chocas. Y cuando chocas, puede venir
otro choque muy pronto.
No te puedes salvar de los choques de realidad que
vas a tener. Muchas veces estos choques tienen una lección escondida y nos
mandan mensajes que vemos cuando estamos listos.
2. Puede ser que el choque sea más o menos fuerte, pero
eso depende más de ti que del choque como tal.
Es decir, de cómo respondas al choque.
3. Puedes negar el choque, pero ahí está y eventualmente
lo vas a ver (por las buenas o por las malas).
Por más que no quieras ver el daño, el daño ahí está.
Lo mismo pasa con la lección: puedes ignorarla, pero ahí está.
4. Puedes ser el mejor conductor y nunca haber chocado,
pero igual estás expuesto.
Aunque seas experto en algo no te puedes confiar.
Hay que esforzarse, prestar atención y estar concentrado.
5. Toparse con el “choque” de alguien más hace que
cuestiones y dudes tu propio choque.
Tu visión y perspectiva del choque no es igual a la
del otro. Su experiencia del choque es igual de válida que la tuyo.
6. Tienes que dejar ir y dar vuelta a la página, pero
aprender la lección.
Aunque pienses y pienses en lo que pasó, lo que
hiciste y lo que no hiciste, lo que pasó, pasó. Sí, date cuenta de tus errores,
pero no te sirve de nada quedarte clavado.
7. Conservar la calma ayuda a resolver problemas y a
actuar. Después habrá momentos para hacer corajes, llorar y frustrarse.
En una crisis hay que mantenerse frío. Solamente así
se pueden tomar decisiones.
8. Siempre hay gente que te ayuda. La mayoría de la
gente te quiere ayudar, no perjudicar.
Sí hay que estar alertas y tener cuidado, pero ser
desconfiado de todo y de todos tampoco ayuda.
9. A veces, tu brújula interior te guía mejor que el
mapa o la aplicación (o alguna ayuda exterior).
Hace poco puse waze para ir a un lugar que nunca había
ido. Por ponerle más atención a waze que a mi propio “mapa” interno, terminé más
estresada, desorientada y confundida. A veces hay que hablar con uno mismo y
preguntarnos qué estamos haciendo, porque si no, puedes acabar en la carretera
o en un lugar desconocido solamente por seguir el mapa y no sabes cómo llegaste
ahí.
10. A veces
aunque haya tráfico (o retos), el camino seguro es el mejor camino.
Sí, hay que salir de nuestra zona de confort y
conocer caminos nuevos, pero también debemos identificar cuando nos conviene
irnos a la segura y con lo conocido.
Así que si manejas, vives, sientes y actúas, necesariamente van a haber choques de algún tipo. Lo importante es lo que haces después y lo que aprendes del choque.
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